martes, 10 de marzo de 2015

COMER DE FORMA EMOCIONAL



En numerosas ocasiones, las dificultades con la comida pueden estar relacionadas con problemas no resueltos, bien con nosotros mismos, o bien con otras personas. La comida puede funcionar con ansiolítico, y en nuestra cultura el mundo emocional y la alimentación, se encuentran ligados en el mismo lenguaje “Esa mentira, no me la puedo tragar”, “Se me revuelve el estómago”.
Además la cultura social en la que estamos envueltos también tiene un vínculo con la alimentación, en tanto que las tertulias sociales, familiares, las celebraciones e incluso las reuniones de trabajo se celebran alrededor de la comida.

La comida es también la forma a través de la cual recibimos, en la infancia, el alimento afectivo de nuestra primera figura de apoyo, nuestra madre.  Cuando nos alimentan, también nos dan el mensaje de que nos quieren, de que nos cuidan, etc.
De esta forma, algunos alimentos han estado asociados a afectos placenteros, momentos que nos hacían sentir tranquilos e importantes. Quizás por ello, ahora, cuando estamos tristes o inseguros, buscamos aquel alimento asociado con un instante de la vida en el que nos sentíamos seguros y queridos. (Menéndez, I., 2005)

También los alimentos tienen propiedades que nos hacen sentir mejor, no sólo por un recuerdo, si no por el desencadenante de sustancias en el cerebro que nos hace sentir mejor: la serotonina y otros elementos influye en nuestro estado de ánimo y funcionan como potentes antidepresivos o ansiolíticos. Pero esto puede generar problemas cuando perdemos el control sobre ellos y entonces nos hace sentir mal.

Es por ello que la comida puede estar ligada a las emociones y muchos problemas pueden conectar uno con otro.

EL MIEDO A NUESTRAS EMOCIONES

La comida se puede convertir en una defensa para protegernos del miedo a los afectos. Por ejemplo a reconocer el deseo de ser independiente, o de abandonar una situación, o del miedo a ser rechazados o a la propia la desilusión de no ser como queremos. Negar estos sentimientos, las emociones y los pensamientos, en ocasiones trae consecuencias que puede afectar a cómo nos comportamos con nosotros mismos, pudiendo a través de la alimentación expresar aquello que no decimos.
Controlar la alimentación de forma extremada puede responder a la falta de control en otros aspectos de la vida, las dietas estrictas pueden intentar ordenar algo que no está claro en nuestra mente, la culpa puede ser aplacada gracias a la ingesta, o la tristeza y la pérdida dejarnos un hueco que, al no ser conscientes de su vacío, intente ser llenado de otra forma

¿Qué podemos hacer ante el comer emocional?

Lo primero, párate a pensar sobre ti mismo, sobre tus miedos y emociones, sobre tu situación actual y tus expectativas, piensa en que medida la alimentación responde  tu vida emocional, cuándo sientes hambre, cuándo comes “por comer” ¿Qué ocurrió antes? ¿qué piensas?

Algunas pautas, para comprobar si nuestro comer es emocional, pueden estar las siguientes:

Lo primero que podemos ponernos es observar: cada vez que sintamos ganas de comer, detenernos a pensar si realmente tenemos hambre (por ejemplo han pasado 3 horas desde la ultima comida, o comerías cualquier cosa o algo en concreto) o si lo que sentimos corresponde más a una necesidad indeterminada o vinculado a alguna emoción:  es probable si es así, que sea un sentimiento de ansiedad, tristeza, rabia, etc. que sale a la luz en forma de apetencia.

Cuando ocurra esto, detente y piensa que ha ocurrido en tu cabeza antes de que viniera la sensación y anótalo: un pensamiento, una discusión, un sentimiento de soledad, miedo…

Observa si la hora y el pensamiento se repite, si existe algún patrón que se corresponda con la conducta. Si hay alguna situación que desencadene a menudo una respuesta de atracón, si hay algún recuerdo vinculado a esto.

Observa también cómo te sientes cuando comes y lo que ocurre después: por ejemplo, sensación de alivio mientras comes y culpa después, lo que genera más ansiedad.

¿Y si queremos empezar a cambiar algo en la conducta?

Haz una lista de aquellas cosas que te gusta hacer y con las que disfrutas, de las que te sientes orgulloso/a y cuando sientas esta “hambre emocional” intenta desviar la necesidad a alguna de ellas (Craighead, 1985),: dar un paseo, hablar con alguien, mirar en internet, etc.

Introduce cambios en hábito alimentarios (Stuart,1971): sigue una serie de  pautas dirigidas a comer despacio, en un mínimo de 20 minutos, además de centrar la atención en lo que se está haciendo ¿a qué sabe? ¿qué textura tiene? ¿te recuerda a algo?

Practica ejercicio (Saldaña y Rosell, 1988), poco a poco: paseos, subir escaleras andando, realizar actividades cotidianas con más esfuerzo, practicar deporte o actividades que supongan un refuerzo y también aquellas que nos ayuden a aprender a centrar nuestra atención y a relajarnos, como yoga, pilates, etc.

Y recuerda, que en numerosas ocasiones es necesaria la atención por parte de un profesional que nos ayude a enfrentar las situaciones con una serie de técnicas y herramientas que nos facilite el proceso




Teresa Gallego y Alicia M. Peral
Gabinete de Psicología y Salud Cuántica
Teléfono: 942 049 112
c/Vargas 55ª 3ºB. Santander



lunes, 17 de noviembre de 2014

LA COMUNICACIÓN EN PAREJA


La comunicación es la herramienta fundamental que nos ayuda a conocer y comprender a los otros. Puede ser verbal, gestual o de cualquier forma, pero acontece en cada momento. Como decía Paul Watzlawick, uno de los principales teóricos de la comunicación humana, en su libro Teoría de la comunicación humana (1971) es imposible no comunicar, por eso incluso cuando no queremos decir nada estamos comunicando

En la pareja, los problemas de comunicación generan conflictos frecuentes y son la base de problemas posteriores más complejos. La comunicación en las relaciones de pareja dependen de cada uno de los miembros, de sus formas, estilos y hábitos de comunicación. No olvidemos que cada uno de los componentes de la pareja proviene de familias de origen distintas, donde los patrones de comunicación pueden variar considerablemente: familias con tono alto e imperativo, familias de comunicación detallada, familias parcas en palabras, familias donde el tono de voz es suave, etc. y puede generarse un desajuste entre los miembros.

El contenido del mensaje, no tiene porqué ser muchas veces el origen del conflicto. Es importante que sea claro, preciso y completo, asegurándonos de que quien lo recibe, entiende lo que nosotros hemos querido emitir y no una interpretación errónea. Cuántas veces se escuchan frases como “si yo no he dicho eso” “ no has entendido nada de lo que te estoy diciendo”.
En numerosas ocasiones damos por hecho que la otra persona tiene la misma forma de interpretar que nosotros y que por lo tanto va a entender lo mismo que queremos transmitir, Sin embargo, esto no es cierto, y la posibilidad de que se den malos entendidos es grande.
En la pareja, las rutinas, la sensación de conocer “bien al otro”, el dar por hecho algunas cosas, no expresar sentimientos o deseos, expectativas erróneas, etc. hacen que surjan malos entendidos con frecuencia.
Además, en cada etapa (convivencia, nacimiento de los hijos, jubilación, etc.) aparecen nuevas necesidades de comunicación, ya que los acuerdos, consensos y temas comunes son cada vez más complejos y es necesario mantener una buena comunicación para motivar la estabilidad de la pareja.

¿Cómo llevar a cabo una comunicación efectiva con la pareja?

Una adecuada comunicación, conlleva una sintonía entre lo que se siente y lo que se comunica, para ello es necesario ser consciente de las emociones de uno mismo y también el estado emocional y las expectativas del otro, ya que si desconocemos esta segunda parte, es más probable que atribuyamos nuestras propias emociones  pensamientos y caigamos en un error. Conocer cómo nos sentimos y porqué y ser capaz de transmitirlo de forma clara.

Otro gran factor es saber escuchar. La falta de comunicación se debe en gran parte a que no sabemos escuchar; se presta más atención a las propias emisiones que a lo que el otro nos intenta transmitir. La escucha activa implica atención, entender la comunicación desde el punto de vista del que habla. Hay que prepararse para escuchar,observar al otro, lo que nos dice y cómo nos lo dice, así como expresarle interés.

Un generador de conflicto es la crítica. En ocasiones queremos que nuestra pareja cambie alguna de la conductas y para ello, debemos puntualizar de forma sencilla cuál es la conducta que queremos que cambie, nunca una forma de ser “eres desordenado” es más difícil de percibirlo como modificable, que “tu escritorio esta desordenado”. Las etiquetas no ayudan a que la persona cambie, sino que refuerzan sus defensas. Y no ha de ser constante y aglutinada, si no de una en una y espaciadas.

Es importante evitar las generalizaciones. Los términos "siempre" y "nunca" no suelen ser ciertos y tienden a formar etiquetas. Cambiarlos por: “En ocasiones”, o “Frecuentemente” permiten al otro sentirse correctamente valorado.

También debemos de tener cuidado con los mensajes de doble sentido. Estos son mensajes, cuya intencionalidad encubierta es contraria o distinta a la original. Por ejemplo: “como quieras”, “vete, no te preocupes, ya me quedo yo aquí solo/a esperando…”, “tu sabrás”, etc…

La actitud de quien escucha, también debe de ser un punto de reflexión: estar abierto a lo que nuestra pareja nos comunica y no “estar a la defensiva”. Esta actitud detiene la comunicación y hace que la conversación se convierta en una competición en la cual habrá un ganador, estrechando las percepciones y construyendo un debate con poca posibilidad de acuerdo.

Construir mensajes “yo” en lugar de “mensajes “tú”. Esto implica expresar las emociones y sentimientos de uno desde la perspectiva propia y no genera la percepción de crítica culpabilizadora. Son más sinceras y mucho más efectivas, deteniendo el proceso de “ponerse a la defensiva”

Si conseguimos mantener una buena comunicación con nuestra pareja basándonos en la empatía, en la capacidad de expresarnos sin dañar al otro, en nuestro interés por conocer a la otra persona y sus puntos de vista y prestando atención a lo que decimos y a cómo nos sentimos, es más fácil que nuestra relación sea más estable y satisfactoria.


 
Teresa Gallego y Alicia M. Peral
Gabinete de Psicología y Salud Cuántica
Teléfono: 942 049 112
c/Vargas 55ª 3ºB. Santander

viernes, 31 de octubre de 2014

ACEPTARSE A UNO MISMO



Según un estudio realizado por la Universidad de Hertfordshide sobre los hábitos que nos hacen felices, la autoaceptación es la que mejor predice la satisfacción vital, y sin embargo, es uno de los que menos practicamos. Para hacer este estudio se preguntaba a los participantes en la encuesta "¿Con que frecuencia es usted amable consigo mismo y piensa que está bien tal y como es?", la nota obtenida fue de un 5,56 sobre 10 muy inferior a otros como "dar" (7,41) o "relacionarse" (7,36).
Para saber si estamos practicando la autoaceptación es importante observar cómo nos hablamos a nosotros mismos en diferentes momentos. Cuando el lenguaje que usamos es muy crítico, exigente e incluso peyorativo es que estamos lejos de aceptarnos. Una pregunta que podemos hacernos es ¿le hablarías así a una persona a la que tengas aprecio? si la respuesta es no ... entonces ¿por qué lo haces contigo mismo?
Otros indicadores de que no nos estamos aceptando son: la comparación constante con los demás que nos deja en mal lugar, recordarnos una y otra vez los fracasos, darnos mensajes de desánimo ("no lo vas a conseguir"), usar muy a menudo los "debería" (por ejemplo "debería haberlo hecho mejor"), ponernos metas muy altas y castigarnos por no conseguirlas, etc. Es fácil reconocer estos indicadores por las emociones que nos generan: ansiedad, tristeza y frustración son las más frecuentes.
Entonces ¿qué podemos hacer para aceptarnos a nosotros mismos?  El primer paso es comprometerse con uno mismo a mejorarlo, como cualquier otro hábito cuesta cambiarlo y requiere de esfuerzo y constancia. Tratar de ser amable y comprensivo con uno mismo puede ser difícil si se llevan veinte años de autocrítica y reproche, pero se puede conseguir.
Observar el lenguaje que utilizamos para hablarnos a nosotros mismos y cambiarlo por uno más amable y empático es fundamental  para convertirnos en una buena compañía. Por otro lado, fijarnos expectativas realistas que podamos conseguir y valorarnos los éxitos y los avances. Permitirnos cometer errores y aprender de ellos, entendiendo que no tenemos la obligación de ser perfectos en cada momento. Si somos capaces de permitirnos fallos, sin reproches, sólo con la intención de aprender de ellos, seremos mucho más felices y también más eficaces.
¿Aceptarse a uno mismo quiere decir resignarnos a ser como somos?, esta es una cuestión que le surge a muchas personas. Aceptarnos no está reñido con querer mejorar, cambiar aspectos de nuestra conducta o nuestro físico, pero no partiendo del autorrechazo sino del deseo de mejora. Darnos tiempo , tener paciencia, ser constantes y no criticarnos por los pasos atrás son señales de autoaceptación. En cambio, partir de la autocrítica destructiva, enviarnos mensajes peyorativos o de desánimo son señales de autorrechazo.
En definitiva, practicar la autoaceptación es posible, sólo es necesario observarnos mucho, comprometernos con el cambio y darnos tiempo para conseguirlo. Algunas personas que han tenido malas experiencias o una educación muy dañina para la autoestima, pueden necesitar de la ayuda de un terapeuta que pueda trabajar en profundidad esas heridas.  Desde nuestro gabinete psicológico abordamos este tipo de problemas para ayudar a las personas a ser más felices.




Alicia M. Peral  y Teresa Gallego
Gabinete de Psicología y Salud Cuántica
Teléfono: 942 049 112
c/Vargas 55ª 3ºB. Santander


jueves, 3 de abril de 2014

LOS CELOS EN LA PAREJA



Aunque los celos se atribuyen comúnmente a la inseguridad emocional de quien los sufre, ésta no es una regla que se tenga que cumplir siempre, siendo un sentimiento común cuando nuestra pareja expresa una atracción o algún interés hacia otra persona. Los celos aparecen como un miedo a perder la relación, son una respuesta ante un posible peligro, que genera malestar y ansiedad.

La mayoría de las veces, hablar con nuestra pareja sobre la preocupación o los miedos puede hacer que la ansiedad disminuya y que el problema, que muchas veces la otra parte no percibe, se aclare y la situación vuelva de nuevo a la normalidad.
Sin embargo, cuando la intensidad de los celos sobrepasa lo normal, y amanecen sentimientos profundos, pensamientos obsesivos, o ataques de rabia y dolor, los celos pueden convertirse en un problema grave que afecta a la salud psíquica del que lo sufre y altera el buen funcionamiento de la relación.

Los celos pasan a ser un problema cuando revela miedo intenso a ser abandonado y hay una dificultad manifiesta para construir una relación basada en la confianza. Estas personas tienen una gran dependencia emocional de la pareja y al imaginar la posibilidad de perderlo, amanecen intensos sentimientos de ansiedad, tristeza o ira, acompañado de manifestaciones físicas como taquicardia, sudoración o problemas gástricos. También pueden sentir una gran necesidad de comprobar la existencia de una infidelidad, por ejemplo, comprobar los mensajes del móvil, Facebook, hacer muchas preguntas para intentar aclarar si le están mintiendo, etc.

Todos estos sentimientos provocan un intenso malestar que en muchas ocasiones hace que la pareja necesite una ayuda externa para superar la situación y volver a tener una relación estable y tranquila.

Pero ¿Qué podemos hacer para superar los celos? ¿Cómo podemos mejorar este aspecto de la relación de pareja?

Lo primero es intentar aclarar la situación, explicarle qué sientes y en la medida en que esos miedos no sean reales, manifestar el deseo de cambiar, pidiéndole que te ayude a ver claramente lo que sucede. 

Hay un dicho que dice “El que es celoso, no es nunca celoso por lo que ve; con lo que se imagina basta” por lo que el primer paso es centrarnos en nuestros propios pensamientos e interpretaciones de las situaciones. Por ello, es interesante algún consejo en cuanto a cómo observar nuestra forma de pensar:

Fíjate en qué situaciones aparecen los celos y qué es lo que piensas y sientes. Observa tus pensamientos como si fueses un observador externo y analízalo después de una forma más objetiva. Puedes hacerlo con tu pareja o con el terapeuta.

Reflexiona sobre las ocasiones en las que tu pareja te ha hecho sentirte especial. Las razones por las que está contigo, los momentos que habéis vivido y los planes de futuro que tenéis.

Busca también tu lugar: apuesta por tu crecimiento personal, tu independencia y tu autoestima, haciendo actividades que te hagan sentirte realizado/a, y que te ayuden a crecer y ser más seguro en ti mismo.

Recuerda que la aparición ocasional de celos, es algo habitual y no es difícil de detenerlo, pero si los celos son desmedidos, si no se es capaz de dominarlos y trabajarlos uno mismo o dan lugar a comportamientos violentos, es mejor acudir a un profesional que pueda ayudar a manejar las situaciones, a interpretar la realidad de una forma más adecuada y a liberar la mente de los pensamientos obsesivos que la dominan. 





Alicia M. Peral  y Teresa Gallego
Gabinete de Psicología y Salud Cuántica
Teléfono: 942 049 112
c/Vargas 55ª 3ºB. Santander

lunes, 10 de febrero de 2014

La comunicación en la familia

En un primer  momento pensamos en titular este pequeño artículo como la comunicación entre padres e hijos pero lo hemos cambiado porque creemos que lo realmente importante es que haya comunicación entre todos: entre el padre y la madre, entre hermanos y entre padres e hijos. Nos centramos en la familia nuclear pero sin restar importancia por ello al papel de los abuelos, tíos y otros miembros de la familia.

En nuestro gabinete de psicología los problemas de comunicación llegan normalmente cuando hay algún hijo en la etapa adolescente, que acude bien por problemas de conducta, aislamiento o baja autoestima, sin embargo, en la mayoría de los casos estos conflictos empezaron mucho antes pero pasaron desapercibidos.

Cuando hablamos de comunicación nos referimos a intercambiar experiencias, opiniones, ideas, sentimientos, expresar afecto, pedir ayuda, brindar apoyo, hablar sobre preocupaciones, sobre como somos, que queremos, etc. Actividad llevada a cabo entre todos los miembros del núcleo familiar.

Puedes hacerte esta pregunta ¿Conoces realmente a tu hijo o hija? ¿Cómo siente, cómo opina, qué tal se relaciona con sus amigos, qué le hace feliz, qué le hace sufrir, cómo se siente en la relación con sus padres, hermanos, etc.?

Es difícil conocernos a fondo, puesto que el Ser Humano es profundo y cambiante. Ni si quiera nos conocemos bien a nosotros mismos.  Sin embargo, podemos hacer muchas cosas por conocernos lo mejor posible. La unión familiar es uno de los puntos fuertes de nuestra sociedad y constituye una red de apoyo social fundamental. Las buenas relaciones familiares son un factor de protección, un colchón, frente a los eventos vitales estresantes (el fallecimiento de un ser querido, el rechazo del grupo, la pérdida de empleo, las enfermedades, etc.)

¿Cómo nos comunicamos?: con las palabras, con los gestos, con lo que hacemos, con lo que no hacemos ni decimos, con la entonación con la que hablamos, con los silencios… Un axioma fundamental de la comunicación humana es que NO ES POSIBLE NO COMUNICAR, porque incluso cuando no estamos diciendo nada estamos expresando algo.

¿Qué se puede hacer para mejorar la comunicación en la familia?
  • Aprender a escuchar: y lo pongo el primero porque es fundamental para que exista la comunicación. Escuchar todo lo que nos da información sobre el otro: lo que dice, como se siente, lo que piensa, etc. Y todo ello “escuchando” el lenguaje verbal, el lenguaje no verbal (gestos, comportamiento) y lenguaje paraverbal (entonación, volumen). Poniendo la máxima atención en comprender, en hacer que el que habla se sienta comprendido y en no juzgar. Puede parecer fácil pero para muchas personas es complicado, e incluso teniendo todas la habilidades para hacerlo hay circunstancias en que es realmente difícil.
  • Buscar momentos que faciliten la comunicación: comer y/o cenar juntos con la televisión apagada, hacer actividades en familia (excursiones, visitar pueblos, museos, etc.), sacar temas de conversación.  Evitar forzar la comunicación en momentos de tensión, cuando alguno de los miembros de la familia esta malhumorado, estresado o enfadado.
  • Adoptar la actitud adecuada: tener curiosidad por lo que piensa y siente el hijo/a  o el compañero/a, admitir que no todos pensamos igual ni vamos a estar de acuerdo en todo, por tanto no juzgar, escuchar hasta la última gota antes de dar consejos u opiniones y hacer un esfuerzo por empatizar y comprender. También respetar que no se quiera compartir todo o en ese momento.
  • Validar los sentimientos del otro: reconocer y empatizar con las emociones de la persona sin tratar de quitarles importancia, ridiculizarlas u obviarlas. Los niños/as y adolescentes muchas veces no cuentan a sus padres como se sienten porque ya anticipan que les van a contestar “eso no tiene importancia””estas en la edad del pavo””son cosas de niños”.
  • Empieza por ti: si te gustaría que hubiera una comunicación más abierta en tu familia, empieza por revisar la propia. Muchas veces sólo hace falta que alguien introduzca un pequeño cambio para movilizar al resto.
  • Utiliza una comunicación asertiva y equilibrada: donde la expresión de tus ideas, sentimientos y opiniones sea clara y respetuosa, sin herir a los demás y aprendiendo a desarrollar técnicas que eviten los conflictos entre los miembros de la familia.
  • Observa las situaciones en las que la comunicación es fluida y la familia se encuentra cómoda y distendida, ¿por qué esa vez salió bien? Capta las diferencias entre las situaciones que resultaron conflictivas y aquellas en la que la comunicación fue óptima y potencia y repite aquello que facilitó el bienestar.

Es importante valorar que cada familia es diferente y aunque no existe una regla básica e igual para mejorar la comunicación en todas las familias, sí existe un principio fundamental: la voluntad y el interés por mejorar y crecer tanto a nivel personal como con nuestra familia.



Alicia M. Peral  y Teresa Gallego
Gabinete de Psicología y Salud Cuántica
Teléfono: 942 049 112
c/Vargas 55ª 3ºB. Santander
www.gabinete-cuantica.es
info@gabinete-cuantica.es

sábado, 9 de noviembre de 2013

Traumas psicológicos: ¿Es bueno enterrarlos?


Entendemos por trauma los efectos psicológicos producidos por eventos que generan un gran impacto emocional en la persona y se siguen manteniendo aunque las circunstancias o sucesos traumáticos hayan cesado. Esos síntomas psicológicos suelen ser ansiedad, miedo intento, dificultades para dormir, evitación de situaciones o lugares cotidianos que recuerdan al trauma, estado de alarma permanente, etc.

Algunos autores han hecho una distinción entre dos tipos de traumas: los traumas con “T mayúscula” que se refieren a aquellos eventos en los que ha peligrado la vida de la persona o se ha presenciado el peligro de otra: agresiones, accidentes, enfermedades, catástrofes naturales, abusos sexuales, etc. Y por otro lado están los traumas con “t minúscula” que no son eventos considerados tan graves pero que pueden causar también un gran impacto emocional que deje secuelas psicológicas. Por ejemplo, rupturas de pareja, abandonos, sentirse humillado privada o públicamente.

A veces a esos traumas con “t minúscula” tratamos de no darles importancia o incluso negamos que puedan habernos causado tantos problemas, ya que aparentemente no son tan “graves”. Sin embargo, no hablar de ellos, tratar de cerrar los ojos ante el dolor que aun provocan o restarles importancia, hace que se perpetúe en el tiempo. Y lo peor, es que en muchas ocasiones nos llevan a seguir tropezando una y otra vez en la misma piedra, viéndonos con frecuencia en situaciones similares.

Si entendemos por “enterrar el trauma” cerrar los ojos ante los síntomas más que evidentes de que aun sigue habiendo dolor, entonces la respuesta es que NO, no es bueno enterrar un trauma. Es bueno tratarlo, superarlo y dejarlo atrás. ¿Y eso es posible? SI, existe una terapia llamada EMDR (desensibilización y reprocesamiento a través de los movimientos oculares) especialmente indicada para tratar tanto los traumas “T mayúscula” como “t minúscula”. Por supuesto, los recuerdos no se pueden borrar pero si pueden perder la carga emocional negativa y los pensamientos negativos asociados a ellos.

Como psicóloga me he especializado en esta técnica, si necesitas ayuda llama!



Alicia Martínez Peral
Gabinete de Psicología y Salud Cuántica
Teléfono: 942 049 112
c/Vargas 55ª 3ºB. Santander
www.gabinete-cuantica.es
info@gabinete-cuantica.es