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martes, 10 de marzo de 2015

COMER DE FORMA EMOCIONAL



En numerosas ocasiones, las dificultades con la comida pueden estar relacionadas con problemas no resueltos, bien con nosotros mismos, o bien con otras personas. La comida puede funcionar con ansiolítico, y en nuestra cultura el mundo emocional y la alimentación, se encuentran ligados en el mismo lenguaje “Esa mentira, no me la puedo tragar”, “Se me revuelve el estómago”.
Además la cultura social en la que estamos envueltos también tiene un vínculo con la alimentación, en tanto que las tertulias sociales, familiares, las celebraciones e incluso las reuniones de trabajo se celebran alrededor de la comida.

La comida es también la forma a través de la cual recibimos, en la infancia, el alimento afectivo de nuestra primera figura de apoyo, nuestra madre.  Cuando nos alimentan, también nos dan el mensaje de que nos quieren, de que nos cuidan, etc.
De esta forma, algunos alimentos han estado asociados a afectos placenteros, momentos que nos hacían sentir tranquilos e importantes. Quizás por ello, ahora, cuando estamos tristes o inseguros, buscamos aquel alimento asociado con un instante de la vida en el que nos sentíamos seguros y queridos. (Menéndez, I., 2005)

También los alimentos tienen propiedades que nos hacen sentir mejor, no sólo por un recuerdo, si no por el desencadenante de sustancias en el cerebro que nos hace sentir mejor: la serotonina y otros elementos influye en nuestro estado de ánimo y funcionan como potentes antidepresivos o ansiolíticos. Pero esto puede generar problemas cuando perdemos el control sobre ellos y entonces nos hace sentir mal.

Es por ello que la comida puede estar ligada a las emociones y muchos problemas pueden conectar uno con otro.

EL MIEDO A NUESTRAS EMOCIONES

La comida se puede convertir en una defensa para protegernos del miedo a los afectos. Por ejemplo a reconocer el deseo de ser independiente, o de abandonar una situación, o del miedo a ser rechazados o a la propia la desilusión de no ser como queremos. Negar estos sentimientos, las emociones y los pensamientos, en ocasiones trae consecuencias que puede afectar a cómo nos comportamos con nosotros mismos, pudiendo a través de la alimentación expresar aquello que no decimos.
Controlar la alimentación de forma extremada puede responder a la falta de control en otros aspectos de la vida, las dietas estrictas pueden intentar ordenar algo que no está claro en nuestra mente, la culpa puede ser aplacada gracias a la ingesta, o la tristeza y la pérdida dejarnos un hueco que, al no ser conscientes de su vacío, intente ser llenado de otra forma

¿Qué podemos hacer ante el comer emocional?

Lo primero, párate a pensar sobre ti mismo, sobre tus miedos y emociones, sobre tu situación actual y tus expectativas, piensa en que medida la alimentación responde  tu vida emocional, cuándo sientes hambre, cuándo comes “por comer” ¿Qué ocurrió antes? ¿qué piensas?

Algunas pautas, para comprobar si nuestro comer es emocional, pueden estar las siguientes:

Lo primero que podemos ponernos es observar: cada vez que sintamos ganas de comer, detenernos a pensar si realmente tenemos hambre (por ejemplo han pasado 3 horas desde la ultima comida, o comerías cualquier cosa o algo en concreto) o si lo que sentimos corresponde más a una necesidad indeterminada o vinculado a alguna emoción:  es probable si es así, que sea un sentimiento de ansiedad, tristeza, rabia, etc. que sale a la luz en forma de apetencia.

Cuando ocurra esto, detente y piensa que ha ocurrido en tu cabeza antes de que viniera la sensación y anótalo: un pensamiento, una discusión, un sentimiento de soledad, miedo…

Observa si la hora y el pensamiento se repite, si existe algún patrón que se corresponda con la conducta. Si hay alguna situación que desencadene a menudo una respuesta de atracón, si hay algún recuerdo vinculado a esto.

Observa también cómo te sientes cuando comes y lo que ocurre después: por ejemplo, sensación de alivio mientras comes y culpa después, lo que genera más ansiedad.

¿Y si queremos empezar a cambiar algo en la conducta?

Haz una lista de aquellas cosas que te gusta hacer y con las que disfrutas, de las que te sientes orgulloso/a y cuando sientas esta “hambre emocional” intenta desviar la necesidad a alguna de ellas (Craighead, 1985),: dar un paseo, hablar con alguien, mirar en internet, etc.

Introduce cambios en hábito alimentarios (Stuart,1971): sigue una serie de  pautas dirigidas a comer despacio, en un mínimo de 20 minutos, además de centrar la atención en lo que se está haciendo ¿a qué sabe? ¿qué textura tiene? ¿te recuerda a algo?

Practica ejercicio (Saldaña y Rosell, 1988), poco a poco: paseos, subir escaleras andando, realizar actividades cotidianas con más esfuerzo, practicar deporte o actividades que supongan un refuerzo y también aquellas que nos ayuden a aprender a centrar nuestra atención y a relajarnos, como yoga, pilates, etc.

Y recuerda, que en numerosas ocasiones es necesaria la atención por parte de un profesional que nos ayude a enfrentar las situaciones con una serie de técnicas y herramientas que nos facilite el proceso




Teresa Gallego y Alicia M. Peral
Gabinete de Psicología y Salud Cuántica
Teléfono: 942 049 112
c/Vargas 55ª 3ºB. Santander



lunes, 17 de noviembre de 2014

LA COMUNICACIÓN EN PAREJA


La comunicación es la herramienta fundamental que nos ayuda a conocer y comprender a los otros. Puede ser verbal, gestual o de cualquier forma, pero acontece en cada momento. Como decía Paul Watzlawick, uno de los principales teóricos de la comunicación humana, en su libro Teoría de la comunicación humana (1971) es imposible no comunicar, por eso incluso cuando no queremos decir nada estamos comunicando

En la pareja, los problemas de comunicación generan conflictos frecuentes y son la base de problemas posteriores más complejos. La comunicación en las relaciones de pareja dependen de cada uno de los miembros, de sus formas, estilos y hábitos de comunicación. No olvidemos que cada uno de los componentes de la pareja proviene de familias de origen distintas, donde los patrones de comunicación pueden variar considerablemente: familias con tono alto e imperativo, familias de comunicación detallada, familias parcas en palabras, familias donde el tono de voz es suave, etc. y puede generarse un desajuste entre los miembros.

El contenido del mensaje, no tiene porqué ser muchas veces el origen del conflicto. Es importante que sea claro, preciso y completo, asegurándonos de que quien lo recibe, entiende lo que nosotros hemos querido emitir y no una interpretación errónea. Cuántas veces se escuchan frases como “si yo no he dicho eso” “ no has entendido nada de lo que te estoy diciendo”.
En numerosas ocasiones damos por hecho que la otra persona tiene la misma forma de interpretar que nosotros y que por lo tanto va a entender lo mismo que queremos transmitir, Sin embargo, esto no es cierto, y la posibilidad de que se den malos entendidos es grande.
En la pareja, las rutinas, la sensación de conocer “bien al otro”, el dar por hecho algunas cosas, no expresar sentimientos o deseos, expectativas erróneas, etc. hacen que surjan malos entendidos con frecuencia.
Además, en cada etapa (convivencia, nacimiento de los hijos, jubilación, etc.) aparecen nuevas necesidades de comunicación, ya que los acuerdos, consensos y temas comunes son cada vez más complejos y es necesario mantener una buena comunicación para motivar la estabilidad de la pareja.

¿Cómo llevar a cabo una comunicación efectiva con la pareja?

Una adecuada comunicación, conlleva una sintonía entre lo que se siente y lo que se comunica, para ello es necesario ser consciente de las emociones de uno mismo y también el estado emocional y las expectativas del otro, ya que si desconocemos esta segunda parte, es más probable que atribuyamos nuestras propias emociones  pensamientos y caigamos en un error. Conocer cómo nos sentimos y porqué y ser capaz de transmitirlo de forma clara.

Otro gran factor es saber escuchar. La falta de comunicación se debe en gran parte a que no sabemos escuchar; se presta más atención a las propias emisiones que a lo que el otro nos intenta transmitir. La escucha activa implica atención, entender la comunicación desde el punto de vista del que habla. Hay que prepararse para escuchar,observar al otro, lo que nos dice y cómo nos lo dice, así como expresarle interés.

Un generador de conflicto es la crítica. En ocasiones queremos que nuestra pareja cambie alguna de la conductas y para ello, debemos puntualizar de forma sencilla cuál es la conducta que queremos que cambie, nunca una forma de ser “eres desordenado” es más difícil de percibirlo como modificable, que “tu escritorio esta desordenado”. Las etiquetas no ayudan a que la persona cambie, sino que refuerzan sus defensas. Y no ha de ser constante y aglutinada, si no de una en una y espaciadas.

Es importante evitar las generalizaciones. Los términos "siempre" y "nunca" no suelen ser ciertos y tienden a formar etiquetas. Cambiarlos por: “En ocasiones”, o “Frecuentemente” permiten al otro sentirse correctamente valorado.

También debemos de tener cuidado con los mensajes de doble sentido. Estos son mensajes, cuya intencionalidad encubierta es contraria o distinta a la original. Por ejemplo: “como quieras”, “vete, no te preocupes, ya me quedo yo aquí solo/a esperando…”, “tu sabrás”, etc…

La actitud de quien escucha, también debe de ser un punto de reflexión: estar abierto a lo que nuestra pareja nos comunica y no “estar a la defensiva”. Esta actitud detiene la comunicación y hace que la conversación se convierta en una competición en la cual habrá un ganador, estrechando las percepciones y construyendo un debate con poca posibilidad de acuerdo.

Construir mensajes “yo” en lugar de “mensajes “tú”. Esto implica expresar las emociones y sentimientos de uno desde la perspectiva propia y no genera la percepción de crítica culpabilizadora. Son más sinceras y mucho más efectivas, deteniendo el proceso de “ponerse a la defensiva”

Si conseguimos mantener una buena comunicación con nuestra pareja basándonos en la empatía, en la capacidad de expresarnos sin dañar al otro, en nuestro interés por conocer a la otra persona y sus puntos de vista y prestando atención a lo que decimos y a cómo nos sentimos, es más fácil que nuestra relación sea más estable y satisfactoria.


 
Teresa Gallego y Alicia M. Peral
Gabinete de Psicología y Salud Cuántica
Teléfono: 942 049 112
c/Vargas 55ª 3ºB. Santander

viernes, 25 de octubre de 2013

¿Crisis de los cuarenta?

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¿Crisis de los cuarenta?: Cómo reconocer que ha llegado el momento del cambio

Tomar decisiones puede convertirse en una fuente importante de infelicidad. Un estado de indecisión prolongado conduce en muchas ocasiones a situaciones muy destructivas, que pueden provocar muchos daños psicológicos. Esa decisión puede ser un cambio de trabajo, de estilo de vida, de amistades, una ruptura de pareja, tener hijos, etc. Acciones que pueden tener grandes repercusiones en nuestra vida y en la de las personas que queremos.

Una de mis funciones como psicóloga, es ayudar al cliente a recorrer el camino necesario para emprender el cambio, facilitándole que se escuche a sí mismo/a y a que se haga las preguntas apropiadas para ello.

Una buena parte de los consumidores de antidepresivos, ansiolíticos y somníferos son personas que se encuentran perdidas en el laberinto de la postergación y no saben cómo salir o tienen miedo de hacerlo. Cuando vamos en contra de nuestros valores más importantes y reprimimos la emoción (energía) que nos impulsa al cambio, aparecen los síntomas. En cada persona se manifiestan de una manera pero con frecuencia tienen forma de abatimiento, desesperanza, apatía, ansiedad, tristeza continuada, pocas ganas de vivir, incapacidad para ilusionarse, frustración y rabia, enfermedades psicosomáticas, etc. Todos estos síntomas psicológicos y físicos son una señal de alerta que trata de dar un mensaje: “haz algo”. Las emociones constituyen una poderosa guía para saber si vamos por nuestro camino o nos hemos perdido. Si desde hace tiempo te sientes infeliz, frustrado, ansioso o deprimido… es que hay algo que hay que cambiar.

Hay un proverbio turco que dice: “No importa lo lejos que hayas llegado por el camino equivocado, da la vuelta”.

Una parte es reconocer la necesidad del cambio y otra igual de importante es hacerse responsable del mismo. Lee estas situaciones y piensa si te identificas con ellas:
· Te quejas a menudo de la gente que tienes cerca y de sus actuaciones
· Con frecuencia sientes rabia porque los demás no actúan como tú crees que deberían hacerlo.
· Sientes que para ser feliz los demás tienen que cambiar
· Estas sentado esperando a que llegue un mejor momento
· Tienes pensamiento reiterativos del tipo “Ya podría pasar …””No se decidirá nunca a…””A ver si…”

Si es así es que no te estás haciendo responsable del cambio, de momento. Dejar que las cosas sucedan, esperar sin hacer nada o esperar a que otros decidan suele multiplicar los estados psicológicos de apatía, frustración, desmotivación… es la “pescadilla que se muerde la cola”.
Como psicóloga te recomiendo un ejercicio: durante una semana fíjate y apunta cuantas cosas esperas que hagan los demás por ti y qué emoción te produce si no sucede; y al revés, cuantas cosas que no van con tus principios te exigen a ti y te sientes obligado a hacer para no causar enfado en el otro. Poco a poco intenta responsabilizarte de tus deseos y devuélveles a los demás la responsabilidad de los suyos. Caminarás mucho más ligero si eres capaz de hacerlo, y te sentirás mucho más libre.

Una vez que tomas conciencia de que hay algo que cambiar y te responsabilizas de que ese cambio ocurra hay que saber qué se quiere cambiar, cómo hacerlo y coger fuerzas para ello. Para eso con frecuencia hay que trabajar primero la autoestima, romper las creencias limitantes que detienen el cambio, clarificar valores, ponerse objetivos y trazar un plan para conseguirlos. Puede que todo esto consigas hacerlo sin ayuda o que necesites la ayuda de un psicólogo para ello, en el caso de que así sea llámanos.

Alicia Martínez Peral
Gabinete de Psicología y Salud Cuántica
Teléfono: 942 049 112
c/Vargas 55ª 3ºB. Santander